¿Qué es el duelo?

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El proceso de duelo

El duelo constituye una respuesta emocional ante una pérdida significativa, por lo que, durante su desarrollo, generalmente se experimentan intensos sentimientos de dolor y tristeza. Las reacciones emocionales que se manifiestan durante el curso del duelo derivan de la sensación de ruptura de los lazos afectivos que, con anterioridad, habíamos establecido y desarrollado con nuestro ser querido. Desde esta simplificada perspectiva, las reacciones de duelo normal se consideran como un mecanismo de defensa ante una situación de peligro en la que, vemos cómo la continuidad de nuestras relaciones afectivas y de apego con la persona fallecida están en riesgo.

A pesar de que a lo largo del proceso de duelo podemos experimentar reacciones consideradas como “normales”, la tarea de adaptarse a una pérdida es complicada y dolorosa, pues conlleva un extenso abanico de reacciones emocionales, físicas y conductuales.

¿Cuándo debo pedir ayuda profesional?

La decisión de acudir a un profesional de la salud durante un proceso de duelo reside en la libertad de elección de cada uno, pues a sabiendas de que la elaboración del proceso de duelo incluye cantidad de aflicciones que no tienen nada de “anormal”, ésta no es razón por la que debamos combatir el sufrimiento de una manera tan angustiosa y solitaria. Además de ello, se pueden padecer numerosos síntomas ante los que conviene considerar la intervención de un profesional:

Sentimientos de culpabilidad intensa, derivados de una percepción subjetiva de responsabilidad ante las circunstancias de la muerte. Pensamientos disfuncionales acerca de qué es lo que hice, qué podría haber hecho o qué no hice, desencadenando una “carga de conciencia emocional.”

Sensación de vacío: sentimientos de desesperanza y desasosiego con respecto al propio futuro, unidos a la idea de no poder desarrollar una vida plena tras la pérdida.

Irritabilidad y enfado acerca de la pérdida vivida, que pueden empujar a la persona a desligarse de su red de apoyo familiar y social.

Dificultades en el transcurso de la vida diaria que entorpecen el desarrollo de las actividades cotidinas y de las áreas más significativas de funcionamiento (social, laboral, personal, académica, familiar).

Dificultades en la asunción de nuevos roles tras la pérdida del ser querido. En muchas ocasiones, el superviviente debe adquirir nuevas habilidades de funcionamiento, aquellas que anteriormente desempeñaba el fallecido y que pueden suponer un ejercicio de confrontación ante la nueva realidad.

Emplear mecanismos de afrontamiento disfuncionales como herramientas para “sobrevivir al dolor”. El abuso de sustancias o estupefacientes como una forma de evitar sentir la pérdida, conlleva a un creciente malestar físico y emocional que influye negativamente sobre el resto de reacciones en el proceso de duelo.

Estados de depresión continuada en los que la sensación de tristeza y desconsuelo se prolongan en el tiempo.

Referencias

Neimeyer, A. (2019). Aprender de la pérdida. Planeta.